Una última reflexión antes del despegue.
Miro por última vez el paisaje de San Pedro desde la ventanilla del avión. No puedo evitar las lágrimas que descienden sobre mi cara. Mi piel también se me eriza y me siento como un niño pequeño que despide a su mamá creyendo que no la volverá a ver nunca más. La montaña rusa emocional que he vivido los últimos días tenía que explotar en cualquier momento.
Pienso en todos lo momentos que he vivido, en todos los aprendizajes, en la madurez que me ha proporcionado, en las emociones que he compartido... pero sobre todo pienso en todas las personas que he conocido en el camino. Han sido muchos rostros los que han ido acariciando mi mente, mi alma y mi corazón.
¿Quién me hubiera dicho, ese pasado 5 de octubre que aterricé en estas tierras, que me iba a costar tanto despedirlas? Aquí me he dejado lo que tengo y lo que soy para recibirlo por 10 veces más.
Cuando aterricé, venía a lo desconocido, a descubrir a los otros. Pero en estos meses me he dado cuenta de que es en los otros, cuando me descubro a mí y que, tal vez, el planeta no esté tan dividido en unos y otros como nos empeñamos; sino que todos formamos parte de un mismo nosotros, una misma humanidad.
Porque en este mundo o avanzamos todos juntos o perdemos. No queda otra.
Gracias Miguel por compartir con nosotros tu vida. Has hecho mucho bien allí y tu testimonio nos confirma que "es posible dejar este mundo un poco mejor de lo encontramos".
ResponderEliminarGracias Miguel !!!!
ResponderEliminarQué bien te expresas Miguel. No sólo el contenido que transmites sino la forma literaria. Un aplauso a tu aventura humana, espiritual y un tanto quijotesca
ResponderEliminarQué bonito leerte! Cada emoción en cada palabra. Gracias Miguel por compartirlo. Mañana me emociono mucho más seguro. Un abrazo. Amaia
ResponderEliminarSeguimos esperando una actualizacion sobre/de tu proxima aventura!
ResponderEliminarme encanta creo que vi una noticia similar en el periodico de honduras
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