Amar y sentir mucho.
Buenas noches amigos, ¿Qué tal estáis?,
Conforme se va acercando el final de esta experiencia las reflexiones empiezan a tener un mayor tono de despedida. He decidido aprovechar estas tres semanas al máximo, no pensar demasiado en mi regreso y darlo todo con las chicas y poder decir que he dejado este lugar en el que me ha tocado vivir "un poco mejor de lo que lo encontré". Porque en la vida, muchas veces no es necesario ofrecer grandes cambios, sino poner un poco de amor en la vida de los demás. Como dice la popular frase de nuestro querido Eduardo Galeano: “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo” Sin embargo, la cabeza a veces juega malas pasadas, se precipita y acelera los acontecimientos que vendrán en un futuro.
Uno de los más grandes aprendizajes que me llevo es el de sentir mucho. Parece un poco raro, pero voy a intentar explicarlo de la mejor manera posible. Generalmente, durante estos últimos años de mi vida, he desarrollado mucho más la parte intelectual que la parte emocional. Me he guiado por la razón y ha predominado siempre sobre mi vida. No creo que esto esté mal, de hecho sigo pensando que es muy bueno guiarse por la razón, sin embargo, me había "olvidado" de esa parte más emocional y sentimental. Esto aunque afecta en las relaciones interpersonales, en los estudios... sobre todo, mirando ahora hacia atrás, afectaba a mi trabajo como profe. Es verdad que muchas veces por querer nutrir la razón, podía llegar a olvidar la parte más emocional del alumno. Las personas somos razón y sentimientos y es necesario cuidar ambas partes, porque son inseparables y lo que afecta a una, también afecta a la otra.
Aquí he desarrollado bastante lo que en España denominamos inteligencia emocional. Para los autores que desarrollaron esta teoría Mayer y Salovey, “la inteligencia emocional incluye la habilidad para percibir con precisión, valorar y expresar emoción; la habilidad de acceder y/o generar sentimientos cuando facilitan pensamientos; la habilidad de comprender la emoción y el conocimiento emocional; y la habilidad para regular las emociones para promover crecimiento emocional e intelectual” (1997, 10). No voy a profundizar mucho sobre el tema porque no es ese el objetivo del blog jeje, pero si alguién quiere indagar un poco más es un tema realmente interesante.
Sobre todo creo que "me he dejado sentir". Me explico: muchas veces cuando llegaba a mí un sentimiento o una emoción tendía a "dejarla estar", que pasase por mi vida sin darle demasiada importancia. Sin embargo, desde que estoy en Honduras, esto ha cambiado. Puede ser debido a la intensidad de los acontecimientos que vivo o las circunstancias a las que me enfrento (que suelen ser más impactantes o directas). Al fin y al cabo, uno aquí sé "desnuda", viene solo, alejado de su cultura, de su gente... y se enfrenta a las situaciones con lo que tiene dentro, pero sobre todo con lo que es.
Estoy aprendiendo a sentirme triste por la pobreza ajena, alegre por los méritos de los demás, nervioso cuando llega un momento decisivo, enfadado por una injusticia que se comete... Sé que es un camino de toda una vida, pero aquí, poco a poco se va desarrollando de manera más intensa. Es realmente bonito ir conociendo cómo siento y por qué siento lo que siento y potenciarlo. Por eso puedo decir que ahora siento más que cuando vine. Las emociones no nos tienen que paralizar, sino lo contrario, empujarnos a la reflexión y a la acción. Es bonito intentar cambiar una injusticia o que la tristeza de un examen suspendido por una de estas chicas me impulse a ayudarle con más energía.
Uno de los grandes sentimientos que me parece que debemos desarrollar y que ha adquirido un componente algo negativo en nuestra sociedad es el de la compasión. La compasión la RAE la define como: "Sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien." Sin embargo, si acudimos a la etimología (“cum-patior”) y al sentido dado por nuestra tradición judeo-cristiana, la compasión no se reduce a la pena, sino que nos impulsa a la ayuda y a la caridad para mejorar la situación de los otros. Muchas veces entendemos que tener compasión es sentir tristeza, pero la compasión me invita a "sufrir con el otro" y a ayudarlo y cambiar su situación. No es una realidad pasiva, sino al contrario, debe animarnos a cambiar la situación que está viviendo mi prójimo. En definitiva, amarlo en sus circunstancias y desde la misericordia y empatía, ejercitar la justicia.
Bueno, no sé si me ha quedado un texto muy cohesionado y organizado. Soy bastante nuevo en esto de las emociones y más en la capacidad de dejarlas por escrito jeje. Como conclusión: que bueno que sentir mucho, nos ayude a amar mucho. Toda una vida en camino, desarrollando la mentalidad del peregrino agradecido.
Un fuerte abrazo desde tierras catrachas, nos vemos muy pronto.
Miguel
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