La dura vida en el crematorio. La historia de Jose.
Buenas tardes amigos! ¿Cómo estáis?
Cuando damos clases en el proyecto del crematorio recibimos una gran cantidad de alumnos con historias de vidas realmente complicadas. Una de estas vidas que hoy me gustaría compartir con vosotros es la de Jose*, uno de los niños con una historia más dura y al que guardo especial cariño (Cambio el nombre y pixelo la foto por salvaguardar la privacidad).
Jose acaba de cumplir los doce años, hace ya un par de años que abandonó la escuela porque tenía que ayudar a sus padres para conseguir más dinero para mantener a la familia. A Jose le cuesta muchísimo la lectura y la escritura, no le gusta nada cuando damos clases de español, sin embargo, es un auténtico crack con las matemáticas y comprende los problemas al instante. De hecho, siempre me pide que hagamos matemáticas, se le dan muy bien y le suponen un refuerzo muy positivo. Su mayor problema en mates es que no se sabe las tablas de multiplicar (y tampoco creo que llegue nunca a estudiarlas) pero se las ingenia para resolver los problemas con otros métodos más "creativos".
A Jose le gusta el fútbol y disfruta de los descansos para jugar con una pelota de plástico duro con el resto de cipotes (en jerga hondureña, niños. A pesar de que el primer día me hizo mucha gracia escuchar la frase "están jugando los cipotes" jejeje ahora uso muchísimo esa palabra). Es un niño muy risueño y siempre está muy alegre en clase, muestra una gran vitalidad y le gusta bromear conmigo y me insta a poner la mano en el hormiguero que hay cerca de nuestra clase. Porque es posible que tengamos la escuela más pequeña, pero tenemos el patio más grande del mundo.
La vida de Jose en España sería una vida normal. Él iría a clase por la mañana y a la tarde haría las tareas y entrenaría a futbol en el equipo del barrio. Sin embargo su vida aquí es muy distinta.
Jose se levanta a las 5 de la mañana, se pone sus botas y se tapa las extremidades y la cara (a veces trabaja con residuos tóxicos y tiene que ir cubierto entero). Desayuna algo y a las 6 de la mañana aparece en el vertedero municipal. Allí estará hasta las 13:00 recogiendo botellas, latas y otros objetos que puedan tener algo de valor en el reciclaje. La libra se compra muy barata y hay que recoger una gran cantidad de residuos para poder dar de comer a toda la familia.
Jose almuerza a las 12 en el propio vertedero y cuando termina viene a nuestro centro de reforzamiento. Suele llegar para las 13:30, a veces le da tiempo a asearse antes y otros días viene con las botas puestas. En nuestra escuela está hasta las 15:00 atendiendo e intentando quedarse con el mayor conocimiento posible. Sabe que solo tiene una hora y media para poder aprender lo que sus compañeros aprenderán en toda una jornada.
Cuando finaliza la clase, Jose se vuelve al vertedero, donde trabajará hasta las 18:00 me dice. Una jornada de 9 horas de trabajo, casi tantas como la edad que tiene. A las 18:00 volverá a cenar a su casa, no sé si le dará tiempo a jugar algo con sus primos, cenará y se acostará. El vertedero mañana tampoco cerrará.
Esta es la vida de Jose y no es un caso aislado, hay muchos niños que están viviendo en esta situación. Su hermana cambiará las tareas del vertedero por las tareas del hogar con lo que tampoco podrán estar escolarizadas. Como persona y como profe, esta situaciones me generan muchísimos interrogantes y me hacen plantearme otras muchas. Este es uno de los muchos centros en los que la misión del Padre Patricio intenta mejorar la vida de estas comunidades a través de la educación. Un rayo de luz al que los cipotes se aferran por conseguir una vida mejor.
Por cierto, la hermana de Jose quiere ser médica. ¿Para qué? Para poder ayudar a las personas más vulnerables de su comunidad. ¡Toma ya! Y... aunque me cueste... ¿Cómo no voy a ir contento a trabajar y con ganas de brindarles un poco de apoyo a estos niños?
pd: Una reflexión personal que me cuesta compartir, pero la siento en lo más profundo de mi alma.
Una de las cosas que me preocupan a nivel personal es llegar a normalizar estas vidas. El primer día que llegué me impresionó y escandalizó muchísimo, a día de hoy me sigue removiendo, pero mucho menos que la primera vez. Me da mucho miedo llegar a ver como normal cosas que no deberían de ser nunca normales. Entiendo que es un mecanismo de defensa automático y natural, pero lo que me impactaba muchísimo se va volviendo algo cotidiano. Sé que no podemos vivir a golpe de emociones y sentimientos y que hay que cuidar también nuestra propia salud para poder seguir ayudando, pero no quiero normalizar estas situaciones.
Hoy pedía en la oración a Jesús, que me mantuviera la sensibilidad, que nunca me haga ajeno al dolor de estas personas. Quiero sentir compasión (bien entendida la palabra) y que me mueva a ayudar a los más necesitados. No quiero ver estas situaciones como algo normal, ayúdame Jesús a seguir con ganas en la construcción de tu Reino, sin tu fuerza... estoy perdido.
Un abrazo muy fuerte desde Honduras! Os agradezco las oraciones por mí y por estos nuestros hermanos más pequeños, los favoritos de Dios!
Que no nos quiten la alegría y el entusiasmo!
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