¿Qué sentido tiene todo esto? Alguna experiencia personal sobre la pobreza.

    En uno de los numerosos viajes en paila que describía en la publicación anterior me vinieron a la cabeza, como si de un bombardeo se tratase, miles de pensamientos acerca del sentido de la vida, de nuestra función y sobre que hacemos en estos años que nos toca vivir en la tierra. Dicen que el primer contacto con la pobreza cambia, toca el corazón, conmueve y te hace replantearte las preguntas más arraigadas en nuestro ADN humano, esas que nuestra sociedad trata de evitar a toda costa y son, justamente, las que nos hacen ser más humanos. 

    No he encontrado ninguna formula mágica de la felicidad, ni tengo respuestas para todo (de hecho me asaltan muchas más dudas), no tengo intención de dar catedra o de enseñarte nada. Solo quiero compartir un poco de mis pensamientos contigo y que los dos miremos en una dirección a la que no miramos mucho habitualmente.

    Y la pobreza te toca el alama. 

    Porque no es lo mismo que en el cole te digan que hay gente que anda dos horas para ir a la escuela, que hablar con una niña de 10 años y te diga que ella anda tres porque no tiene para pagar un autobusillo que le acerque al centro educativo. No es lo mismo que te digan que hay gente que se muere de hambre, que ver la desnutrición al darle la mano a una niña. No es comparable que te digan que hay gente que vive en la basura, que ir al vertedero municipal y ver a los niños que viven de la basura, impregnarte del olor que reina en la zona, y clamar a Dios respuestas y compasión por esta gente.

    No elegimos ni cuando nacemos, ni en qué familia nacemos, ni las condiciones sociales que nos van a rodear. Por no elegir, no elegimos ni siquiera el si queremos nacer.

    Me acordaba de una poesía de Eduardo Galeano que leía este verano en la costa catalana, mientras desde la comodidad de un sofá en la terraza viendo el mar conversaba con Iñaki:

LOS NADIES, de Eduardo Galeano


Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los nadies con salir de pobres,
que algún mágico día
llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy,
ni mañana, ni nunca,
ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadies la llamen
y aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadies: los hijos de nadie,
los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados,
corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos,
rejodidos:

Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones,
sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos,
sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal,
sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies,
que cuestan menos
que la bala que los mata.

Buf, hoy me ha salido un post un poco duro. A veces la realidad a la que me encuentro es muy dura y eso también afecta. Un abrazo fuerte desde Honduras!



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